Martín Ramírez

Roberto el ascensorista


Roberto se apresura para marcar el reloj marcador de horario que esta pegado a la pared en la entrada misma del edificio Ñasaindy, sobre la calle Fulgencio R.Moreno llega un poco atrasado al trabajo y la tarjeta ya no estaba allí, ya se encontraba en poder del inspector de llegadas.

-Dale chera'a, anotámena en la tarjeta.

-Llegaste tarde che dúo, no hay caso.

-Cepillero tuja reikóva.

Roberto es el ascensorista del edificio, quinto curso del bachillerato humanístico en el colegio Dalquist, además aplazado, dejó Ingles, Química y Física para febrero y los debe de pasar o ya no tendrá oportunidad de seguir en el mismo colegio, eso le ponía tenso a Roberto, allí tenias sus chica'is, no las quería perder ni a cañonazos, Claudia, Fátima, Monserrat, la gordita Fátima, el no le quería pero ella se le pegaba como mosca, y además le compraba gaseosa en el recreo, y practicaba a besar con ella, a Claudia sí, era una linda rubia y tenía buen cuero, cuando salía con ella todos los pendejos le miraban, y sentían envidia de él. A Monserrat, su amor eterno, su amor imposible, no le daba el cuero para ser novio de ella, porque ella era de la "hai", hija de un Gerente de Banco, y el apenas un ascensorista.

Dale Roberto, vení ayudame con el ascensor por favor.

-Eike katu.

-¿Qué te pasa Roberto?

-Kore, llegué tarde y el cepillero tuja no me dejó marcar.

-Bueno tranquilizátena, ya va a pasar, y decime ¿ya vino la supervisora?

-No creo, la vieja llega tarde todo los días, ¿por qué?

Porque quiero comprar algo de Palma y no quiero que me vea.

-Tereho katu, si pregunta por vos yo te cubro.

El ascensor para en el segundo piso y sale Rosa la secretaria de la supervisora del área Central.

-Hola mi amor, al entrar Ruth, la secretaria del supervisor de primaria.

-Mba'e mi amor piko, estoy pire vai hoy, marqué tarde y me van a descontar, llegué tarde por culpa del colectivo mbore de la línea 15 y mas todavía que hubo embotellamiento en la calle Montevideo.

-Výro rei upéa, yo voy a hablar con Valentín, yo voy a arreglar eso.

Valentín más meneos se gustaba de Ruth y ella aprovechaba para solucionar algunos problemitas de horarios de los compañeros.

-En serio pio, puro pio, Ruth, dale hacémena esa gauchada, mi amor.

-¿Adónde te vas ahora?

Al quinto piso, tengo que llevar estas autorizaciones para visar, justo con el tipo pesado del Dr. Zárate, no da gusto con él.

-¿Por qué?

-Te quiere tocar, te dice mamita y es muy mujeriego, además con los hijos que tiene en cada cuadra.

-Quinto piso.

-Gracias mi amor, un besito, Ruth, una buena secretaria quien apreciaba mucho a Roberto.

-Fiuu, menos mal que le encontré a ésta que me va ayudar.

Al descender el ascensor, encuentra a Claudio secretario pyrague del Jefe del Personal.

-Mba'e teko piko.

-Tranquilo pa.

-Llegaste tarde hoy, me dijo Valentín.

-Mmm, más o menos.

-Tenés que cuidarte porque las multas más que nunca se están descontando.

-Dale, para en el tercer piso.

-Pyrague, maricón de mierda, ahora, si este jaguarea por mí, estoy perdido.

Con rabia murmuraba Roberto.

El ascensor del edificio era muy estrecho con capacidad para 6 personas, lento como caracol, y como la reforma educativa, el edificio pertenecía al MEC, era de las primera marcas de ascensores en el país, sin aire, tenía un pequeño ventilador que daba vueltas como loco y lo único que hacía era hacer circular el juru y tevi ne de la gente, especialmente en vacaciones cuando los maestros del interior se venían con sus quejas y con su naturaleza propia a cuestas.

Roberto ya no aguantaba estar en ese trabajo, le exigían mucho, corbata roja, para estar en onda con el partido eterno, pantalón azul y camisa blanca, uniforme rígido y controlado por el jefe de personal, ellos decían para dar imagen a la Institución.

-Ah las nueve ya otra vez, che vare'áma hína.

Roberto mira si nadie ronda por los pasillos y se escapa del ascensor, todos los días aprovecha la media mañana de los empleados para escaparse y poder comer una empanada y una pulpa, era barato, la coca era muy cara y su sueldito no le alcanzaba para lujos diarios. Además tenía que ayudar a su mamá con las cuentas de la casa, el sueldo del papa obrero de una fábrica no cubría todo y el valiente hijo tenía que ayudar a seguir adelante.

-Y Roberto ¿donde está? - pregunta el Director de Dpto. de Educación,Valentín, el cepillero y -Seguramente está comiendo empanada por ahí.

-Cuando regrese dígale que vaya a mi oficina.

-Si señor.

Se para y se encuadra al Jefe.

Roberto todavía con la boca llena de empanada se arregla la corbata y se mete en el ascensor. Cada vez que llegaba al primer piso Valentín le hacia recordar que debe ir a lo del Jefe.

-Ejekána chugui, le responde.

-Ahecháta hína, ne mitã'i maleducado.

Ese día Roberto ya salvó la situación dejaba en manos de Ruth para la ayudita y pasada de mano, Ruth le jodía siempre al pobre Valentín.

No veía la hora de terminar el laburo, esa tarde la fiesta del Colegio, Colación del sexto curso y allí iba a ver a Monserrat su amor, le va a regalar un anillito bañado en oro 18K, que compro de Carmen la vendedora de productos Avon y biyuteri, total el mes que viene le podía pagar.

Roberto ya se recuperó totalmente de su pire vai y solo pensaba en su Monserrat su pendeja, él solo sabía, y rogando a todos los santos que le ayude a no pelar en esa noche...


© Martin Ramirez.
Hiroshima, enero de 1997


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Última actualización: 28.09.2006 00:17