Nuestra opinión en este tópico, se limita a respetar las opiniones de quienes con todo el derecho del mundo pontifican sobre la nefasta influencia del tabaco sin que por ello dejemos de echar humo por boca y nariz, tal cual lo hicieron nuestros antepasados en esta tierra guaraní durante milenios, sin que la raza degenerara f ísica o mentalmente. Es más, americanos como somos e introductores del tabaco o petÿ en la corriente mundial de consumo, nuestro modesto trabajo está encauzado a ensalzar ese descubrimiento continental que no perjudica a nadie (excepción tal vez del fumador), que no causa delirios ni traumas, que no enceguece ni turba, ni enfurece, ni idiotiza, como la mayoría de las bebidas o ciertas drogas. El tabaco, por el contrario, sirve de cordial y solidario compañero en las tristezas, el dolor, la angustia y las vigilias, produce un placer que estimula la mente y ayuda a la digestión. En resumidas cuentas, es un gran compañero, relativamente inofensivo, comparado con otras costumbres, hábitos o vicios. UNA CRÓNICA DEL AÑ0 1586 Jean de Léry, testigo y actor de la primera época de la presencia de gente de otras latitudes en América, describe el petÿ en su libro "Histoire d'un voyage fait en la terre du Brasil", uno de cuyos párrafos dice textualmente: "Llevan unas cañas, largas de cuatro o cinco pies, en cuyos extremos arde la hoja de petÿ (tabaco), seca y fácil de encender. Dando vueltas fumigan con el petÿ a los otros indios, a quienes repiten: "a fin de dominar a vuestros enemigos, todos recibid el espíritu de la fuerza"." Esto demuestra que no tan solamente proporcionaba deleite el uso del petÿ, si no que se le atribuían poderes mágicos. En otros párrafos de la misma crónica dice: "A ratos, los danzantes prenden sus largas pipas cargadas de petÿ. para que el humo de la hoja mística, generadora de energía, comunique su virtud a los hombres y se eleve a la Par del himno o de la canción".