Bartomeu Melià, s.j.
Ha cundido una justificada alarma entre los docentes
y sobre todo en las instituciones que se dedican a la enseñanza del guaraní de
que la educación bilingüe quedaría reducida a una opción en la educación media.
Se rompería así la continuidad en el proceso de la Reforma educativa.
Y surgen las preguntas: ¿por qué debería interrumpirse la educación
bilingüe precisamente en la Enseñanza Media, cuando ella debería recibir en
esta etapa su confirmación plena?; ¿será que a estas alturas los asesores,
directores y responsables de la educación paraguaya, incluido el Consejo
Nacional de Educación, no han entendido todavía el sentido político, cultural y
económico de la educación bilingüe en el Paraguay?; ¿hay que volver de nuevo a
aquellas situaciones de lengua dominante —español— y lengua dominada —guaraní–
que pensábamos ya superadas? ¿A dónde desemboca, entonces, una Educación Básica
que pensábamos orientada a tener una sociedad enteramente bilingüe para el
2020?
Sin Educación Bilingüe en la Educación Media las mejores intenciones de
la Reforma Educativa se echan río abajo, y de nuevo el opa rei.
Aun sin escuela e incluso a pesar de la escuela
paraguayos y paraguayas se están comunicando en guaraní. La comunidad paraguaya
ha encontrado en la lengua guaraní una funcionalidad real que asegura su
reproducción y continuidad. Esto, sin embargo, no basta. La inclusión de la
lengua guaraní en el proceso de educación escolar fue sin duda un avance de la
Reforma Educativa.
Gracias precisamente a los programas escolares, aun
en contextos urbanos, el bilingüismo ha sido potenciado. Los guaraníhablantes
se han acercado con mayor fuerza a la adquisición del castellano, y algunos
castellanohablantes perdieron el miedo al guaraní y superaron los perjuicios en
contra de él. Dejar fuera de la Educación Media al guaraní sería echar por la
borda tanto trabajo realizado, tanta esperanza acumulada.
La educación bilingüe ya se ha mostrado funcional en
muchos casos. Es cierto: la funcionalidad de la lengua guaraní no es la misma que
la del inglés o la del español, no es del mismo orden, pero no menos
importante. El guaraní es la lengua que más cultura ha creado y mejor ha fortalecido la identidad
paraguaya. Lo que no es poco.
Piénsese en la funcionalidad que tiene el guaraní
para arquitectos, médicos, funcionarios públicos, jueces, empresarios,
comerciantes y afines. Hasta la clase de los llamados “patronos” entienden muy
bien la funcionalidad del guaraní y del bilingüismo. Nada digamos de los
políticos (y no nos referimos precisamente a los políticos “corruptos” que usan
el guaraní como instrumento populista y demagógico, sino a los políticos
decentes que buscan entender y hacerse entender en la prosecución del bien
común).
No es necesario volver a la argumentación que ya presenté hace un buen
tiempo en aquel artículo titulado: El
sentido político de la lengua guaraní (Acción,
n. 196, agosto 1999).
Dicho
esto, es preocupante que la propuesta contra el guaraní en la Educación Media
se lleve poncho guype y no pueda ser
discutida amplia y democráticamente. La preocupación más seria y grave se
refiere a que la Educación Bilingüe sea reducida a una cuestión opcional en la
Educación Media. Hay quien suponga que serían muchos —otros temen que serían
incluso muchísimos— los que optarán por prescindir del guaraní.
El otro motivo de alarma proviene de que el uso de la lengua guaraní se
desarrolle sólo en las áreas de la literatura y de las ciencias sociales.
Pero también entiendo la preocupación de quienes trabajan en la
educación paraguaya y en la Reforma Educativa, acerca de las ambigüedades que
presenta la enseñanza del guaraní en el aula de clase.
En uno de tantos Seminarios Nacionales que se llevan a cabo en el país,
los participantes responsabilizaban al MEC de que el proyecto es un intento de
destrucción del guaraní y de nuestra identidad cultural. Efectivamente la
destrucción de la lengua guaraní es un atentado contra la identidad paraguaya.
Pero también lo es la perversión de la enseñanza del guaraní.
Numerosos estudiosos y autores guaraníes consideran en efecto que es el
continuismo en el enfoque y método de la enseñanza del guaraní tal como se dado
hasta ahora, lo que realmente destruye el guaraní y atenta contra su índole.
Por esto, continuidad del guaraní, sí; continuismo en la forma de
enseñarlo, no. Continuidad del guaraní en todo el proceso educativo y en toda
la vida nacional, es una tarea de todos en la que no podemos aflojar.
Continuismo en el que ya se ha dado en llamar guaraní escolar, no.
Cualquier intento de marginación del guaraní en la
educación paraguaya merece la más viva y decidida protesta, pero esta postura
ética no puede encubrir el continuismo de una forma de enseñanza del guaraní
que ya ha causado demasiados estragos contra la lengua, contra la cultura y aun
contra la lealtad que las paraguayas y paraguayos sienten por su querida
lengua. El guaraní, lengua de comunicación sí y mil veces sí; lengua de
imposición, no.
No pueden prolongarse indefinidamente ciertas formas
de hacer gramática —e imponerla— que no responden ni a la índole de la lengua
ni al sentido básico de comunicación que debe tener cualquier lengua. No es la
educación básica, ni siquiera la educación media, la que tiene que “inventar”,
y menos imponer, una lengua gramaticalizada Dios sabe con qué criterios. Y
enseñada con todavía más problemática pedagogía.
Mucho del llamado “guaraní científico” es una
castellanización de la lengua guaraní; y este es el peor de los colonialismos.
Corren por ahí textos supuestamente didácticos que son castellano con palabras
guaraníes. Sólo quien sabe castellano puede interpretarlos. Esperar de ellos un
rastro de buen decir, un aire de poesía y de paraguayidad es como esperar ver
florecer un lapacho en diciembre. Es el colmo de la perversión castellanizar la
mente y el sentimiento del Paraguay, usando y abusando de ese guaraní. Esos
textos me recuerdan los de aquellos misioneros que usaron y usan la lengua
indígena para mejor sustituir las creencias indígenas con otra religión.
Es probable que todos los materiales desde el primer
grado hasta el noveno (y no sólo los últimos) deban ser revisados y evaluados
críticamente y ver dónde está su degeneración y su indebida castellanización en
sus estructuras profundas. Nadie ni ninguna institución son los dueños de la
lengua.
Como se ve, lo que parecía una cuestión de
continuidad de la lengua guaraní en el proceso educativo total, pasa a ser una
discusión sobre el sentido político y cultural del guaraní de la nación
paraguaya y sus modos de enseñanza. Es una cuestión sobre qué guaraní se
enseña, quién lo enseña y cómo. En otras palabras, se torna una cuestión más de
docentes que de hablantes.
En fin de cuentas lo importante es que la lengua
guaraní sea ante todo una lengua de agradable, de sabrosa y rica comunicación;
que los escolares —y por comunicación afectiva y efectiva, también la familia—
sientan el gusto por la lengua, opten por ella, la hagan suya, profundicen cada
vez más en el universo simbólico guaraní y hagan de esta lengua un uso alegre y
confiado, un instrumento de creación.
Imposición de un guaraní autoritario y totalitario,
nunca más.